viernes, 7 de noviembre de 2008

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Jean Piaget (Ensayo)


“Todo adolescente de once o doce años desarrolla el pensamiento formal, las operaciones lógicas y la expresión de ideas en cualquier tipo de lenguaje”.

Jean Piaget, biólogo suizo (1896.1980). Elaboró estudios minuciosos referente al desarrollo cognitivo humano, haciendo énfasis por el desarrollo intelectual e interesándose por el funcionamiento biológico del individuo. El equilibrio del ser humano se adquiere desde el nacimiento hasta la edad adulta, se avanza en forma progresiva madurando mental y orgánicamente según la edad que se tenga. Piaget nos dice que el equilibrio y la adaptación se logran cuando el individuo puede edificar una respuesta a sus interrogantes que le permita construir y asimilar una nueva capacidad o conocimiento, ampliando su repertorio de habilidades, de acuerdo la genética que está vinculada a su desarrollo, lo que le admitirá relacionarse con su ambiente. Para Piaget, la adolescencia es la
etapa del desarrollo donde el pensamiento formal y las operaciones concretas pueden ser expresadas en cualquier tipo de lenguaje.

Piaget, las seis etapas de desarrollo y la aparición de estructuras: en la medida en que este conjunto de capacidades se relacionan entre sí, definen y determinan cómo interpreta el sujeto su realidad y cómo razona e interactúa con la misma, definiendo cual es su estructura de funcionamiento intelectual.

1° Etapa de los reflejos o ajustes hereditarios, así como las primeras tendencias instintivas (nutriciones) y las primeras emociones.
2° Etapa de las primeras costumbres motrices y las primeras percepciones organizadas, así como los primeros sentimientos diferenciados.
3° Etapa de la inteligencia sensoriomotriz o practica (anterior al lenguaje), de las relaciones afectivas elementales y de las primeras fijaciones exteriores de la efectividad.
4° La etapa de la inteligencia intuitiva, de los sentimientos interindividuales espontáneos y de las relaciones sociales de sumisión al adulto (de los dos a los siete años, o segunda parte de la “primera infancia”).
5° La etapa de las operaciones intelectuales concretas (inicio de la lógica), y de los sentimientos morales y sociales de cooperación (de los siete a los once-doce años).
6° La etapa de las operaciones intelectuales abstractas, formación de la personalidad, inserción afectiva, e intelectual en la sociedad de los adultos (adolescencia).

Cada etapa constituye por sus estructuras una forma particular de equilibrio y evolución mental. Claparede demostró que una necesidad es siempre la manifestación de un desequilibrio: hay necesidad cuando algo, al margen de nosotros o en nosotros mismos (en nuestro organismo físico o mental) se ha modificado, y se trata de ajustar la conducta en función de este cambio. Se puede denominar ((adaptación)) al equilibrio de estas asimilaciones y acomodaciones: apareciendo el equilibrio físico, psíquico y el desarrollo mental, en su progresiva organización, como una adaptación más precisa a la realidad. Esta acción se da continuamente en todos los seres humanos por ejemplo:
El recién nacido asimila una parte de su universo en la succión, tan es así que podría expresar su comportamiento inicial diciendo que para él el mundo es una realidad que puede ser chupada.
La ausencia inicial de los objetos sustanciales y la construcción de los objetos sólidos es un primer ejemplo del egocentrismo integral primitivo a la elaboración final de un universo exterior.
En todos los ámbitos se puede encontrar una especie de revolución copernicana que permite a la inteligencia sensorio-motriz arrancar el espíritu naciente de su egocentrismo inconsciente radical para situarlo en un [universo], auque sea poco práctico y poco reflexionado.
Toda conducta supone la existencia de instrumentos o de una técnica; pero también implica unos móviles y valores finales que son los sentimientos. Así la efectividad e inteligencia son indisociables constituyendo los dos aspectos complementarios de toda conducta humana.

El niño no habla únicamente a los demás, sino que se habla a sí mismo sin cesar en monólogos diversos que acompañan sus juegos y su acción, demostrando así que las primeras conductas sociales permanecen aún a medio camino de la auténtica socialización. La edad comprendida entre los dos y los siete años, se encuentran todas las transiciones entre dos formas extremas de pensamiento, representadas en cada una de las etapas recorridas durante este periodo y prevaleciendo la segunda de ellas paulatinamente sobre la primera. Hay una inteligencia práctica que representa un papel prolongado entre los dos y los siete años, por una parte la inteligencia sensorio-motriz del periodo preverbal y preparando, por otra, las nociones técnicas que se desarrollarán hasta la edad adulta.

En la vida afectiva existen espíritus que se interesan más en las personas que en las cosas o en las abstracciones y otros a los que les ocurre lo contrario, lo que hace que los primeros parezcan más sentimentales y los segundos más adustos, pero se trata simplemente de otras conductas y otros sentimientos, y ambos utilizan necesariamente a la vez su inteligencia y su afectividad. Por regla general se mostrará simpatía hacia las personas que responden a los intereses del sujeto y que lo valorizarán. La simpatía supone, por tanto, una valoración mutua, por una parte y, por otra, una escala común de valores que permiten los intercambios. Los intereses, las autovaloraciones, los valores espontáneos y los valores morales parecen ser las principales cristalizaciones de la vida afectiva característica de este nivel del desarrollo. Los sentimientos morales, se caracterizan por la afectividad de los seis a los doce años con la aparición de nuevos sentimientos morales y, principalmente, por una organización de voluntad, que desembocan en una mejor integración del yo y en un ajuste más eficaz de la vida afectiva. Pero la voluntad no es, de ningún modo, la energía misma, al servicio de tal o cual circunstancia: se trata al contrario, de una graduación que favorece algunas tendencias a expensas de otras. Como ha demostrado W. James y Claparede, la voluntad es inútil cuando ya se posee una firme intención, y una sola, pero aparece cuando hay conflictos de tendencias de intenciones como, por ejemplo, cuando se suda entre un placer tentador y un deber.

LA ADOLESCENCIA

Hacia los once o los doce años, se produce una transformación fundamental en el pensamiento del niño, que indica el final de la segunda infancia. La adolescencia es la etapa de las operaciones concretas aplicables a situaciones concretas, reales. Las operaciones formales en ((la adolescencia)): desligamiento de lo concreto. Razonamiento lógico, hipotético-deductivo y abstracto. Empiezan a desaparecer las conductas impulsivas; el niño reflexiona, piensa antes de actuar, delibera interiormente. La adolescencia es una crisis pasajera que separa la infancia de la edad adulta, y que se debe a la pubertad, donde existe un desequilibrio provisional, todos los pasos de una fase a otra son susceptibles de provocar tales oscilaciones temporales: en realidad, a pesar de las apariencias, las conquistas características de la adolescencia aseguran al pensamiento y a la efectividad un equilibrio superior al que existía durante la segunda infancia.

El egocentrismo metafísico de la adolescencia encuentra paulatinamente su corrección en una reconciliación entre el pensamiento formal y la realidad: el equilibrio se alcanza cuando la reflexión comprende que su función característica no es contradecir, sino preceder e interpretar a la experiencia. Desde este momento el equilibrio es ampliamente superior al del pensamiento concreto puesto que, además del mundo real, engloba las construcciones indefinidas de la deducción racional y de la vida interior. El adolescente, mediante su naciente personalidad, se sitúa como un igual a sus mayores, pero se siente distinto, diferente a ellos, debido a la nueva vida que se agita en el. La lectura de los diarios íntimos de algunos adolescentes muestra una entrega constante a la humanidad y de agudo egocentrismo: tanto si se trata de incomprendidos o de ansiosos convencidos de su fracaso, que ponen en entredicho teóricamente el valor de la vida, o de espíritus activos convencidos de su genialidad, el fenómeno es el mismo tanto en lo negativo como en lo positivo. Podemos ver como el adolescente lleva a cabo su inserción en la sociedad de los adultos: lo hace mediante proyectos, programas de vida, sistemas que a menudo son teóricos, planes de reformas sociales o políticas. En realidad la tendencia más profunda de toda actividad humana es la marcha hacia el equilibrio, y la razón, que expresa las formas superiores de este equilibrio, reúne la inteligencia y la afectividad.
La genética: En determinados casos el estudio genético de la construcción de las nociones y las operaciones permite responder a cuestiones planteadas por las ciencias en lo que concierne a sus procedimientos de conocimiento y, en estos casos, la psicología del niño se prolonga de forma natural hacia una “epistemología genética”.

El lenguaje y la lógica: En realidad las implicaciones, disyunciones, incompatibilidades, etc., que caracterizan a esta lógica sólo aparecen hacia los once o los doce años, en un nivel en el que el razonamiento se hace hipotético-deductivo y se libra de sus lazos concretos para situarse en un plan general y abstracto cuyas necesarias condiciones generatrices sólo parecen ser facilitadas por el pensamiento verbal. El lenguaje es una condición necesaria pero no suficiente de la construcción de las operaciones lógicas. En el doble sentido de la condensación simbólica y de la regulación social el lenguaje es, indispensable para la elaboración del pensamiento. Entre el lenguaje y el pensamiento existe también un círculo genético tal que uno de ambos términos se apoya necesariamente en el otro en una formación solidaria y en perpetua acción recíproca. Pero ambos dependen, a fin de cuentas, de la propia inteligencia que, a su vez, es anterior al lenguaje e independiente a él.

La noción del equilibrio: el equilibrio no es un carácter extrínseco o sobreañadido, sino una propiedad intrínseca y constitutiva de la vida orgánica y mental. De modo general el equilibrio de las estructuras cognoscitivas debe concebirse como una compensación de las perturbaciones exteriores mediante actividades de sujeto que constituye respuestas a estas perturbaciones. Una de las proposiciones esenciales de Karl Marx en sociología es que el hombre actúa sobre la naturaleza con el objeto de producir, aun estando condicionado por las leyes de la naturaleza. Toda estructura tiene una génesis: génesis y estructura son indisociables. Generalmente son indisociables porque si estamos en presencia de una estructura en el punto de partida, y de otra estructura más compleja, en el punto de llegada, entre ambas se sitúa necesariamente un proceso de construcción, que es la génesis.

El equilibrio: puede ser móvil y estable. En el terreno de la inteligencia tenemos gran necesidad de esta noción de equilibrio móvil. Cuanto mayor es el equilibrio mayor debe ser la actividad. El equilibrio moral de una personalidad supone una fuerza de carácter para poder resistir las perturbaciones, para conservar los valores que se tienen por válidos.

La transmisión social: este factor también representa, evidentemente, un papel fundamental, pero si bien es una condición necesaria no es, en absoluto, suficiente. Observemos, en primer lugar, que la conservación no se enseña; los pedagogos no dudan siquiera, en general que haya lugar para enseñarla a los niños: seguidamente cuando se transmite un conocimiento al niño la experiencia muestra que, o bien seguirá siendo letra muerta o bien, si es comprendido, será reestructurado. Pues bien, esta reestructuración exige una lógica interna.




Según la teoría de Piaget:

“Todo adolescente de once o doce años desarrolla el pensamiento formal, las operaciones lógicas y la expresión de ideas en cualquier tipo de lenguaje”.
La adolescencia puede ser pasajera de acuerdo a la teoría de Piaget, pero también puede ser una crisis larga y muy difícil. En la actualidad los adolescentes están pasando por etapas muy conflictivas que tienen como consecuencia una inestabilidad emocional continua, donde van en busca de su identidad y muchas de las veces se unen a grupos de amistades que no van de acuerdo con sus ideales, pero son las únicas personas que los escuchan y aparentemente los comprenden. Por el ritmo de vida en la actualidad, hay poca comunicación en el seno familiar, esto hace que la soledad en la adolescencia sea más severa. El lenguaje de los adolescentes es cada día más pobre y solo se remite a muy pocas palabras e incompletas.

REFERENCIAS

1. Seis Estudios de Psicología Jean Piaget, Editorial Labor, S.A. cuarta edición 1995, Colombia, 200 p.
Amada Constantino Díaz


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